La muerte de los aceites y su relación con la obesidad
Los aceites procesados como el maíz y el aceite vegetal que comúnmente nos venden en los supermercados, se producen utilizando violentos procesos industriales donde se les calienta a altas temperaturas, lo cual destruye sus estructuras moleculares y crea a su vez los ya famosos “trans fatty acids” (ácidos grasos trans). Los “trans fatty acids” son moléculas de grasa que al haber sido alteradas por el calor intenso del proceso industrial adquieren una deformidad molecular que no permite que el cuerpo humano las pueda utilizar. De hecho, los “trans fatty acids” son un tipo de grasa tóxica para el cuerpo y se ha demostrado que pueden producir condiciones cancerosas. El propósito de los fabricantes de estos aceites no es la salud, es la durabilidad en el sistema de distribución mercantil. Los fabricantes de aceites de maíz y de aceite vegetal sólo interesan que su producto no se dañe y logran su meta refinando estos aceites hasta un punto donde simplemente no reaccionan al oxígeno y por lo tanto nunca se dañan. Estos aceites están tan “muertos” como el aceite que le echamos al motor de nuestro automóvil. El cuerpo humano tiene mucha dificultad para poder utilizar estos aceites muertos y cuando vienen llenos de “trans fatty acids” incluso logran que una persona se ponga cada vez más obesa porque son tóxicos al cuerpo y todos los tóxicos reducen el metabolismo.
Al público en general que desconoce los efectos dañinos del aceite de maíz y vegetal se les ha vendido la idea de que como estos aceites no contienen colesterol son buenos. La realidad es otra. El Sistema NaturalSlim® ayuda a sus miembros a entender las propiedades deseables y dañinas de los distintos tipos de aceites: maíz, vegetal, canola, girasol (sunflower), oliva y otros. Cuando una persona desea adelgazar tiene que evitar todo aquello que le cause problemas o que sea tóxico al cuerpo.
Por ejemplo, la margarina es un producto mucho más peligroso que la mantequilla porque es un producto alterado química y molecularmente con el solo propósito de que se vea atractiva a la vista y para que dure mucho tiempo sin dañarse en los estantes de los supermercados. Hay países, como Dinamarca, donde se ha prohibido por ley el uso de estas margarinas llenas de “trans fatty acids” que nosotros regularmente comemos porque nos dicen que son “bajas en colesterol”.
Aunque incontables estudios científicos (en institutos de investigación, universidades, laboratorios, etc.) apuntan a estos hechos, nadie parece hacer nada al respecto. El consumidor no sabe, ni sospecha, qué es lo que realmente le está dando de alimento a su cuerpo. Recientemente el FDA (Food & Drug Administration) ha propuesto regulaciones para que todos los alimentos sean rotulados con su contenido de “trans fatty acids” y habría que ver los intensos esfuerzos que han hecho las industrias alimenticias para que estos datos no se den a conocer al consumidor.
Los problemas que nos causan estos aceites muertos han sido documentados por varios científicos. Por ejemplo, los estudios de la Doctora Johanna Budwig apuntan al cambio en lo que ella llama “the human antenna” (la antena humana) y los documenta con los datos comprobados de la física quantum. Los rayos solares contienen una variedad de rayos distintos del espectro de luz. Se sabe que los aceites “vivos” como el aceite de lino (Flaxseed) tienen afinidad con los rayos ultravioletas (UV) y que las grasas saturadas y aceites muertos tienen afinidad y responden a los rayos infrarrojos (IR) del espectro de luz. O sea, si nuestro cuerpo en su función como “antena receptora”, está lleno de grasas saturadas y de aceites muertos, lo único que puede hacer el sol es calentarnos con sus rayos infrarrojos (IR) y esto causa oxidación (pudrición) de las grasas en nuestro cuerpo. Si, por el contrario, nuestro cuerpo contiene suficientes aceites vivos, los rayos ultravioletas (UV) reducirán el colesterol, producirán vitamina D, bajarán la presión arterial y el sol será nuestro aliado. Al sol se le ha caracterizado como a un enemigo nuestro, pero es sólo porque nuestros cuerpos están llenos de aceites muertos y de “trans fatty acids”. Hay que fijarse que la incidencia de cáncer de la piel es mucho más alta en Estados Unidos donde se evitan los rayos solares que en los países pobres del tercer mundo donde la gente trabaja constantemente bajo el sol y sin embargo tienen muchísimo menor incidencia de condiciones de cáncer en la piel. Esta señora, la Doctora Budwig, ha sido nominada siete veces al premio Nobel de Física, por ende no ha sido nada descuidada en su trabajo de investigación.
Por otro lado, el tiempo y la experiencia de los años permitieron que los fabricantes de alimentos descubrieran que existían dos elementos en los alimentos frescos que hacían que se dañaran o se oxidaran con facilidad. Un aceite que se daña o que se pudre con facilidad representa un problema de posibles pérdidas comerciales para los fabricantes de alimentos y de aceites. Los fabricantes descubrieron que había dos factores que contribuían a que los aceites se dañaran y arruinaran sus alimentos antes de tiempo en los supermercados. Uno de ellos eran los aceites esenciales que de forma natural contienen los alimentos y el otro eran las enzimas naturales que contenían estos alimentos frescos. Una de las soluciones fue matar con calor y con procesos como la hidrogenación a estos aceites esenciales y así evitar que se dañaran. Si estaban muertos ya no podrían reaccionar al oxígeno y podrirse, por lo tanto, durarían en sus almacenes casi de forma indefinida. La otra solución fue la de añadirle sustancias químicas llamadas preservantes, las cuales funcionan como “anti-oxígenos”. Son sustancias que evitan que el oxígeno dañe los alimentos. Fue así que nació la idea de matar los aceites esenciales que contenían nuestros alimentos para lograr que duraran más tiempo en los almacenes y en los supermercados. Por ejemplo, el aceite de maíz que compramos en el supermercado está tan procesado y tan muerto que se puede mantener abierto por tiempo indefinido y no se daña. Es tan duradero como el aceite de motor que se le echa a nuestros automóviles, simplemente no se daña. No respira, no está vivo y no se daña porque ya está muerto.
Los fabricantes de alimentos sabían que si calentaban estos aceites lo suficiente el aceite moría. Es decir, dejaba de respirar y de reaccionar con el oxígeno. Por lo tanto, se desarrollaron todo tipo de procesos industriales para calentar los productos que contenían estos aceites esenciales para así lograr productos de comidas que no se dañaran con facilidad.
Estos aceites muertos que compramos en el supermercado tienen efectos negativos sobre nuestra salud y muy en especial dificultan el propósito de eliminar el exceso de grasas de nuestros cuerpos. En el seminario NaturalSlim® se educa a los miembros del sistema sobre este tema de los aceites para así ayudarles a escoger correctamente los aceites que deben usar para freír y para cocinar de forma que puedan rebajar eficientemente y de forma permanente.
Para poder bajar de peso hay que reconocer y poder eliminar de la dieta los aceites muertos y los “trans fatty acids”.